En este tiempo hemos tenido la
oportunidad de ser testigos privilegiados de los vaivenes que sufre un sector
que nos marca la vida, que nos hace plantearnos quizá otras formas de
desplazamiento alternativas y porqué no, eliminar de un plumazo ese dolor de
cabeza que nos causa…el automóvil.
Pero que falacia, que utopía, hay todo
un universo a su alrededor en el que conviven el deporte, la empresa, la
economía, la seguridad, y todo un mundo de sensaciones intrínsecas difíciles de
cuantificar. La industria del automóvil siempre ha sido clave en el proceso de
industrialización de nuestro país y uno de los pilares básicos de nuestra
economía. Toro bravo, Miura castizo y difícil es el que estamos lidiando en el
mundo del automóvil pues las ventas no dejan de retroceder y la presión del
Gobierno asfixia a los concesionarios. Las inversiones en I+D+I para reducir
las emisiones han sido brillantes hasta el punto de reducir en muy poco tiempo
y de manera muy progresiva las emisiones de CO2 de los vehículos a cifras que
parecían difíciles de asumir y completar los compromisos con la Unión Europea.
El mundo del periodismo del motor, las
investigaciones doctorales en materia de medio ambiente, movilidad y
fiscalidad, los grandes hitos en el deporte del motor, están viviendo una
evolución paralela muy distinta a la llevada a cabo por los ejecutivos que nos han gobernado en las
últimas décadas y que han callado bocas con distintivos verdes, pegatinas sobre
movilidad y planes emergentes que son eficaces a muy corto plazo. La
concienciación y la economía familiar no están para pensar en vehículos con
soluciones alternativas a la combustión ordinaria.
Me parece una heroicidad la
implicación del gobierno para con el sector del automóvil pues en un momento
tan complicado se atreve a sacar un plan para luchar contra viento y marea con
la situación de crisis actual e integrar al empresario del automóvil en el tren
europeo sin perder ilusión, emprendimiento, crecimiento y progreso.
Cierto es que la situación actual nos
ha llevado a una obviedad incuestionable: las ventas de automóviles han caído a
niveles similares a los de los años 80. La situación de desempleo, la pérdida
de poder adquisitivo, el aumento despiadado del precio de los carburantes y la
psicosis que reina en el ambiente y que nos embarga a todos, ha hecho que los
ciudadanos españoles renuncien a gastos elevados que no son puramente
imprescindibles. ¿Es el momento de poner sobre la mesa un tipo de vehículos que
renuncian a los motores convencionales pero aportan soluciones alternativas?
Quienes confiaron en un despegue
espectacular de este tipo de automóviles se han equivocado completamente. Atrás
quedan las locas previsiones del gobierno de Zapatero que auguraban ventas de
cientos de miles de unidades anuales y, para ello, prepararon incentivos de
todo tipo que no han sido efectivos. Apuntar también, que se hace harto complicada
la adquisición de un vehículo eléctrico por muchas ayudas y planes que
faciliten su compra. Es una solución para el futuro, pero que aún está por
llegar su tiempo. La hibridación es la aportación más cercana para que nuestras
mentes diluciden y acepten esta innovación, amén de recuperarnos
económicamente.
No podemos negar que el Plan PIVE es
una solución para empezar a enchufarnos a esta tecnología que se nos brinda.
Las ventajas son innumerables: el coste por kilómetro es ridículo, ausencia
total de ruido y no contamina el aire de las ciudades. Si bien, cada tipo de
motorización, cada tecnología, tiene su momento y su escenario adecuado. El
futuro pasa por una automoción con diferentes energías.
Algunos le llaman electromovilidad,
otros e-movilidad, algunos más hibridación, lo que es cierto es que todos
tratan de dar respuesta a las muchas necesidades de movilidad sin
desilusionarse, pues tampoco pretenden cubrir todas las necesidades, como
tampoco el que conduce un automóvil actual puede exigir volar en él.
La fiscalidad aplicada al automóvil
debe contribuir en todo momento a aportar soluciones (beneficios fiscales,
incentivos, exenciones...) con el fin de marcar épocas distintas y
diferenciadas en el sector de la automoción. El reto es apasionante, el futuro
se presenta prometedor, pero también incierto. La falta de crédito resta
confianza y la incertidumbre ante los cambios constantes en las políticas
fiscales, marcan una tendencia en negativo que tendrá que saber afrontar este
gobierno con medidas urgentes para reactivar el sector y ayudar a los
concesionarios (la mayoría pymes familiares que generan un montón de puestos de
trabajo).
Permitid un ápice de mi amor al
mundo del automóvil: ¡que la emoción nunca falte en el vehículo! Es una
herramienta de trabajo, pero también es, un lugar íntimo, personalizado, y
confidente.
Manuel Garrido Ruiz
Doctor en Derecho
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