Lucía nació en Siracusa, ciudad italiana, en el año 283 en el seno de una familia noble y adinerada. Quedó huérfana con cuatro años y fue su madre quien le proporcionó una recia formación cristiana. Consagró su vida al voto de virginidad. Un joven pagano ronda en su vida al que ella rechaza creando un compromiso aún más recio de consagración plena a Dios. Es acusada ante el procónsul Pascasio que tras suplicios para que adorase a dioses paganos y renunciase a su condición cristiana es conducida a martirio. Todo ocurrió en tiempos de plena persecución de Diocleciano. Murió abrazando la palma del martirio con una cruenta muerte. Fue decapitada a espada en el año 304. Y fue su más preciada prenda ofrecer sus ojos, signo inequívoco con el que se representa en sus iconos, pinturas e imágenes.
Sus reliquias de conservan allí donde fue su martirio, en la
ciudad de Siracusa, donde se levanta una basílica con su nombre y donde se
depositan las reliquias en un sarcófago al pie de su altar. Parte de su cuerpo
también se conserva en relicarios por parte del mundo. Y su fama y devoción alcanza las partes diversas del mundo.
Su favor alcanza a los males de la vista y las afecciones de la misma siendo el 13 de diciembre el día señalado en el Santoral para su Festividad.
En Baza, en Granada, se realiza para honrar a la Santa un
encendido de hogueras en distintas partes de los barrios en los días 12 y 13.
En Estocolmo las niñas, vestidas de blanco portan sombreros
con velas encendidas.
Es Santa Lucia una de las primeras imágenes que junto con San
Blas y la Virgen del Rosario se asientan en el Inventario de 1634:
Unas andas de madera
para San Blas con una barandilla con sus bornes verdes
Una imagen de bulto,
una Nuestra Sra. del Rosario, otra de San Blas y su Niño y otra de Santa Lucia.
Libro de Inventario de 1634 folio 24v.
Tras cuatro siglos es natural, aunque
solo sea por el uso, se hace necesaria una restauración que le restituya a su
aspecto actual. Estudio y memoria a cargo de D. Manuel Luna fruto de una acertada intervención.
EL BARRIO DE SANTA LUCIA
Se alcanza desde el entorno de la
Plaza. Barrio que en su corto recorrido inventaría sólo seis vecinos. De ellos es fácil conocer la
intimidad y la trayectoria de sus vidas.
En el nº 1 vive la familia Fernández – Medina. Antonio y Pilar con sus cuatro hijos que tuvieron anterior habitación en el Barrio Bajo, en la Casa de las Jordanas. Vivienda donde son recordados Virtudes, Luis, Joaquina y Antonio. A los dos de ellos alcanzó una ceguera total. Pero ello no fue inconveniente para que cada mañana se diesen la mano y de bracete se encaminaran, la Piedra Gorda abajo, hasta llegar a los Plantonales y allí departieran, reconociéndolos por la voz, con los jornaleros que hoy están en la escalda y luego en el verano laborean en las eras.
En el nº 2 vivía Antonio Martín “El Rojillo” con su esposa Dolorcicas Sánchez fueron sus hijos Antonio, Teresa y Dolorcicas. No queremos hacer inventario de lisiados. Antes bien tener habida cuenta de una realidad que pone bajo su mano a aquellos que imploran favor de Santa Lucia. Antonio es tuerto teniendo así cierta dependencia de los favores de Santa Lucia. Actualmente vive Gerardo Ruiz Martín, antiguo concejal en el ayuntamiento de Víznar y gran conocedor de la historia de nuestro pueblo.
El nº 3 es un recodo donde vive Mª
Dolores Martín Ruiz. La calleja se ensancha levemente. Un ensanche que
multiplica su tableteo una máquina de coser, de aquellas que funcionan a mano
al ritmo pausado de la mano que la impulsa. Estamos en la casa de Encarnación
“La de ballabonde”. Una casa llena de retales. Plantillas, carretes y
cremalleras. Se nota donde pone Encarnación su mano hábil y primorosa para
cortar una chaqueta, remendar unas piezas, solucionar el tiro de un chaleco o
poner en uso unos pantalones de pana. Es Santa Lucia Patrona de modistas y costureras.
De este modo queda Encarnación bajo su amparo constando que ella fue persona
fiel a su oficio.
La calle de Santa Lucía no tiene
salida. Sirven de parapeto las casas de Doña Pepa y Las Valentinas. Doña Pepa,
que así se conoce a esta maestra, ya de noventa años, esposa de Pepe Rodríguez, madre de Maria Luisa y Francisco que ejerció como maestra
nacional en distintos destinos. Hoy goza de esta larga jubilación que ocupa con
fruto en tareas de costura, haciendo punto en jerseys, bufandas o tapetes. Pero
su verdadera pasión es coser. Y como principal ocupación el bordado y la
restauración. Doña Pepa compone todo cuanto cae en su mano. Y ofrece tiempo y
vista a una pasión que le honra pues lo suyo es la restauración y reparación de
ornamentos litúrgicos y sacramentales que consigue con su mano diestra que
vuelvan a lucir con el esplendor que se les infunde en una segunda vida. Doña Pepa merece el favor de Santa
Lucia, pues tal como la Santa Ofrece en su plato sus ojos, esta virtuosa
maestra ofrece los suyos en pro de una labor encomiable.
Pasamos a otra vivienda, conocida por “Las Valentinas”, nombre que recogen del matrimonio por Don Valentín Espigares y Dª Ascensión Ruiz .Fueron cinco hermanas: Ascensión, Margarita, Carmen, Eulogia y Angelita- Ahora viven en Madrid pero aparecen hijas y nietas y alguna biznieta en época de veraneo, guardando amor y querencia a sus ancestros
Vuelve la calle, en su nueva embocadura
por la margen derecha. Estuvo en su día ocupada por una casa espaciosa cuyo
solar es hoy el Centro de Salud . Fue la Casa de la Santiaga. Dª Trinidad Jiménez,
madre de Ignacio Ruiz Jiménez. Trinidad
sufrió la pena de la pérdida de su hijo. Llanto continuado por la
ausencia de Ignacio, cuya vida fue vilmente arrebatada por “los tíos de la
sierra” en un mal gestionado intento de secuestro que tuvo el fatal desenlace
de su asesinato. Tuvo lugar en 1941 y a escasos pasos de su casa. Dª Trinidad
inicia con este duelo un recocido llanto que Santa Lucia, a quien ella
recurriría, sabría enjugar sus lágrimas. A todos nos consta su devoción.
Autor. Salvador Ruiz Caballero
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