Costumbres de Víznar en Septiembre
CALENDARIO FESTIVO, AGRÍCOLA Y DOMÉSTICO
SEPTIEMBRE, DICHOSO MES
QUE HASTA LAS ZARZAS DAN DE COMER
Agosto pasa página con la fama de recolector, pues en efecto fue el mes con la mayor eclosión de los frutos y la abundancia en la huerta. Pero septiembre recoge el testigo de ser el mes que como dice el refrán “dichoso mes que hasta las zarzas dan de comer”. Literalmente es verdad que los zarzales ofrecen sus moras y los ganados encuentran en sus hojas el alivio de sus careos.
Azofaifas, acerolas y majoletas son los frutos silvestres que se pueden recolectar en estas especies arbustivas que se ofrecen en los puestos del día de la Virgen como preludio de la otoñada junto con las granadas y los membrillos.
Las majoletas tienen poco que comer, aunque son ricas en vitamina C y minerales. Planta con propiedades medicinales, en especial sus flores, por ser utilizadas en tisanas como sedante y regulador de la tensión y ritmo cardíaco.
Es fácil coger un puñado en cualquier ribazo, pues este arbusto es bastante corriente. Y echárselas a la boca es sentir la instintiva tentación de soplar sus huesos por un canuto de caña a modo de cerbatana intentando acertar en la oreja de quien se ponga por delante. El presunto ofendido responde revolviéndose con un guantazo si alcanza al molesto agresor en una carrerilla.
Cuando se pasea por el Camino de la Fuente son frecuentes los zarzales en toda la margen de la Acequia de Aynadamar. Las moras, ya maduras, se ofrecen en racimos que, cuidadosamente evitando los dientes de la zarza se pueden recolectar. En largos pajones se ensartan como forma práctica de llevarlas. Luego de dar por terminada la recogida se procede de forma inversa echándoselas a la boca u ofreciéndolas como obsequio hasta nuestra casa.
“Si en septiembre no tienes frutos, agosto tuvo la culpa”. Pero normalmente en este mes se produce una continuidad en la huerta y un apure en los frutos, amén de lo que este mes tiene de suyo. Con toda propiedad en septiembre sazonan membrillos y granadas, ya se doran en su madurez los caquis, siguen las higueras ofreciendo sus mejores y almibarados higos.
Reposan los higos en las paseras, escogiéndose los mejores como higos pasados y los demás destinados al pan de higo. Peros o manzanos son recogidos para su reserva.
Los maizales se han de retirar para que no los pudran las tormentas y una vez hecha la farfolla se colgaran en los corredores. Si ya no se hizo, han de retirarse de sus camas las calabazas y los melones. Estos se conservarán hasta el mes de la pascua, bien entre paja o colgados por sus panzas. Igualmente se procede con los caquis y las granadas que se cuelgan suspendidos y agrupados por manojos.
Es el mes de la vendimia, superado el embero, ya bien rica la uva en azúcares que proporcionará al pisarse en mosto del futuro vino una vez fermentado en la tinaja en el mes de octubre.
A la par se seleccionan los racimos más lustrosos que se adecentan y se les quitan los granos dañados, irán destinados a la pasera o se colgarán de un hilo. Permanecerán larga temporada impasibles y sanos para el consumo doméstico como postre en la larga temporada otoñal.
Se castran las colmenas, sin hacer apure de la miel pues hay que reservar en cada colmena una parte suficiente para que las abejas pasen el invierno.
También se recoge la almendra, la nuez y la avellana. Estos frutos secos se destinan a su comercialización haciendo reserva de parte de ellos para el uso doméstico necesario en algunas recetas: El pan de higo, los higos pasados, el ajopollo, los roscos de anís o los mantecados incluyen estos frutos secos como ingredientes imprescindibles.
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