CRÓNICA 3 SOBRE LA PRIMERA SEMANA CULTURAL

 Cantar de los Molinos


El agua de Aynadamar

acaricia los molinos

depositando en sus piedras

besos húmedos y fríos.

Canta la acequia canciones

que acompañan los gemidos

de ruedas y de poleas

que asemejan los latidos

de un oculto corazón

mientras van moliendo el trigo,

gira, que giran las piedras

con monótono sonido.


Difumina el molinero

su silueta en polvo fino;

(una nevada de harina 

hace su cabello albino).

 

(Molino de las colonias

 por los años derruido!

Al arrullo de tu salto

cuantas veces me he dormido

 viendo a la araña tejer

telas de plata hilo a hilo 

que el agua las va adornando 

con diamantes de rocío. 


En la espuma de los cubos 

se reflejan los olivos, 

filósofos vegetales

con los troncos retorcidos

mirando correr el agua 

como ancianos pensativos.


Por la acequia, mansamente, 

sigue el agua su camino 

y llega al Molino Viejo 

que Álvaro cuida con mimo. 


A la sombra de un nogal 

los verdes chopos erguidos 

miran crecer los nenúfares 

en las ondas sumergidos. 


La acequia se esconde ahora 

(sobre ella juegan los niños) 

pero pronto se descubre 

y emerge en otro molino 

que es en el Corpus altar, 

rojo, verde y amarillo; 

(geranios, yerbas, gayombas) 

bajo un dosel de racimos 

y aromas de mejorana 

mastranzo, juncia y tomillo.


Pasa el agua bajo el pueblo 

con rumores presentidos 

desangrándose en las fuentes 

sus caudales cristalinos. 


Sale en el Molino Bajo 

por las hiedras invadido 

como un viejo galeón 

con anclas en el olvido. 


El agua se precipita 

con fragoroso ruido 

y huye bajo la tierra 

de aquel paraje sombrío.

Llegan las aguas cansadas 

hasta el Molino del Pino 

serpenteando la acequia 

entre zarzas sobre el limo. 

Al dejar Víznar, sus penas, 

se traducen en suspiros; 

(acaso presiente, triste, 

que su próximo destino 

ya no es de paz; con su ayuda

fabricarán explosivos).

 

Acequia de Aynadamar, 

alegría del camino, 

hija de la Fuente Grande, 

Novia fiel de los molinos 

que deposita en sus piedras 

besos húmedos y fríos!.



Miguel Martín Martín

Víznar. Agosto 1982










Autor: Salvador Ruiz Caballero






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