EL
COTO Y LOS AÑOS 60
Los sábados y
domingos del verano, y con mayor intensidad en las Festividad de
Santiago y La Virgen de agosto, los jóvenes acudían en pandilla a
“ El Coto”. Era el único bar en Víznar con aires de moderno,
desprovisto ya de ser una taberna más en el pueblo y que daba bailes
allá por los años 60. Mejor dicho, se organizaban bailes a modo de
guateques abiertos. Cualquiera que haya cumplido los 60 tacos del
almanaque bien recordará en primera persona aquel ambiente festivo,
propiciado por una juventud optimista y entusiasta, en la que casi
todo estaba prohibido, pero ávida por alcanzar tiempos nuevos.
DE LAS TABERNAS AL
BAR MODERNO
El Coto era una
estancia corrida, producto de tirar un tabique, con una barra larga,
más bien un mostrador tras el cual Carmen “la Cota” y su hijo
Salvador “El Coto” servía bebidas acompañadas de los clásicos
cacahuetes, el maní, las aceitunas y los chochos (altamuces)
En una tina con una
barra de hielo se refrescaban las Fantas, Mirindas, Frutaysol,Caseras
y Cocacolas . Despuntaban algunas bebidas alcohólicas como el
cubalibre de Larios, las persianas ( Licor de menta y Fanta de
naranja) el semáforo ( Menta, Licor 43 y granadina ) los follazas de
vino Málaga y casera, el botellín pequeño de Cinzano… y poco
más.. el Cointreau…
Tenía el Coto dos
placetas amplias que se anteponían a la fachada principal. La de la
entrada con mesas y sillas de enea sin respaldo en las que tomaban
asiento las parejas jóvenes de recién casados, los novios y alguna
partida de dominó. La otra, a mano izquierda, más reservada,
permitía sentarse en un pollete corrido en todo su alrededor.
Abundaban las
enredaderas, los rosales y los jazmines, los arriates de boj y las
margaritas. Estaban empedradas y gozaban de la frescura de ser
regadas a mano.
DEL PASODOBLE A LA
MUSICA YE-YÉ
El panorama musical
español de aquellos años se limitaba al mundo radiofónico, que
sólo emitía música en castellano marcada por la copla ( Concha
Piquer, Antonio Molina…) los niños cantores ( Marisol, Joselito…)
y un exiguo repertorio emergente de El Dúo Dinámico, las versiones
de José Guardiola (500 toneladas) y otras reminiscencia de Jorge
Sepúlveda (Mirando al Mar) , boleros, pasodobles…
La radio y la vieja
gramola dan paso al pic-up, que así se llama al tocadiscos de
maletín. Permitía abrirlo por la charnela y quedar así liberado
del maletín el altavoz, que se colocaba en una alcayata a cierta
distancia del giradiscos, orientado convenientemente para permitir
una mejor propagación sonora.
Atraídos por la
música, potente a medias, los jóvenes se acomodaban en ambas
placetas, donde pretendían solazarse bailando al ritmo de las
canciones en boga. Ya las cosas iban cambiando y los gustos musicales
evolucionaron gracias tanto a las tendencias nacionales como a las
extranjeras: el country, el pop, las baladas, el blue… de la mano
de Paul Anka, los Beatles, los Rolling Stones, el mismísimo Elvis,
Ton Jones, bien en sus temas originales como en otras ediciones
versionadas.
GRUPOS Y SOLISTAS
En España
proliferan a lo largo de dos o tres décadas grupos como Los
Brincos, los Bravos, Los Canarios, Los Ángeles, Pequenikes,
Relámpagos, Los Sírex, Los Mustang, Los Mitos, Los Gritos, Lone
Star, Los Payos, Los Puntos, Formula V … y solistas de éxito como
Bruno Lomas, Miguel Ríos, Miky … a los que se les une una pléyade
de reconocido renombre en las figuras de Julio Iglesias, Victor
Manuel, Juan Bau, Karina, Camilo Sexto…
Y los que fueron los
reyes indiscutibles en las listas de éxitos del país.
Massiel: La, La La
(1968)
Karina. Las flechas
del amor (1969)
Los Diablos : Un
rayo de sol ( 1970)
Peret: Burriquito
como tú (1971)
Nino Bravo: Un beso
y una flor (1972)
Y así hasta
vislumbrase la democracia, y con ella llegó una canción que en el
mismo título predica “Libertad sin ira” y que cantaba el grupo
Jarcha. El 13 de Diciembre de 1976 alcanzó el número uno en las
listas delos 40 principales.
ELLOS Y ELLAS
Se acuña el
término “ye-yé” como sinónimo de “moderno”, que nada tiene
que ver con la idea de díscolo, alocado, rebelde o lo que sea.
Aunque ya aparecen las melenas en los chicos, las camisas estampadas,
los pantalones de campana y los abrigos largos. En las chicas las
minifaldas, el minishort, los minipum y los vestidos vaporosos, las
faldas largas a lo “hippie” con bordados y encajes, gafas grandes
y ovaladas, sandalias de cuña o plataforma. Profusión de collares y
pulseras, sin llegar a cintas en el pelo. Moda con motivos florales,
moda desenfadada, con colores estampados y psicodélicos.
De esta guisa todos
se daban cita en El Coto: jóvenes parejas, novios, las “seas”
del Albergue, también subían muchachos de Alfacar, paseantes y
curiosos y sobre todo, aquellos que atraídos por la magia de la
música movidita de Luis Aguilé, los Brincos, el incombustible Tony
Ronald, o atrapados por canciones que fueron emblema de cualquier
baile que se precie: Con su blanca palidez, Versionada Pop Tops
(1968) la Casa del sol naciente (Versionada por Lone Star), Dalilah,
Nunca te cases con un Ferroviario, Help, Dejaré la llave en tu
puerta, El Submarino Amarillo…
EL BAILE
Uno de los chicos se
ocupaba de poner los discos. Una carpeta estuche contenía una
menguada lista de vinilos, acrecentada por otros discos que aportaban
aquellos que traían de sus colecciones. Salvador El Coto contribuía
con nuevas adquisiciones y Manolo Garrido subía las últimas
novedades desde la Tienda de los Sánchez.
Las chicas ocupaban
sentadas los poyetes de la placeta. Mientras, los chicos pululaban en
conversaciones intrascendentes frente a las chicas a la espera de que
el aficionado pinchadiscos lance el tema de “Un rayo de sol” de
los Diablos, tema que irrumpió en el verano de 1969 y que como un
resorte levanta al personal para bailar frenéticamente “ suelto”,
meneando el esqueleto en pareja o en organizado corro. No quedaba más
remedio que lucirse.
Le seguía la Yenca
de Johnny&Charley, creando idéntico ambiente canciones como
Venus, Yellow River, El Bimbom… dando un salto en el tiempo, claro.
Ahora las piezas lentas, repetidamente solicitadas y repetidamente
pinchadas, puesto que permitían el baile “agarrao”, mejilla con
mejilla, con “ mis manos en tu cintura” y la música inacabable
de “ Todo tiene su fin”, “ Sellado con un beso”… Se decía
que se bailaban en la misma loseta, pero no pasaba nada, porque ni
nos atrevíamos ni nos dejaban.
Ese baile, agarrado
a la cintura o a veces con los brazos al cuello, con la chica de
nuestros sueños nos hacía tocar el cielo, aunque sólo fuera
durante tres o cuatro minutos. Minutos que podíamos estar abrazados
hasta que una inoportuna canción de Palito Ortega ( Yo sé que este
verano te vas a enamorar…) nos obligaba a desprenderse. Quizá el
avieso manipulador la programaba ante una risa sardónica. Se lo
tendremos que preguntar.
BAILONES Y MELÓMANOS
Los había que no se
comían una rosca ( ellos y ellas) pero también era una oportunidad
de escuchar temas, no tan bailongos pero de una calidad digna de
encandilar a los más consumados melómanos. La lista puede ser larga
y por supuesto que incompleta;
Simon &
Grarfunkel, el Cóndor pasa –Miguel Rios, Vuelvo a
Granada- Victor Manuel- El abuelo Víctor- Los
Archies, Sugar Sugar- The Shocking Blue, Venus. Los
Mismos, Ata una cinta al viejo roble(versionada) Midle on the
road, Soley Soley- Nino Bravo, Libre-José Feliciano,
Dos cruces-Rolling Stones, Brow Sugar- Raphael, El
tamborilero-Miky, El chico de la armonica- Peppino di
Capri, Sapore di sale- Charles Aznavour, Venecia sin ti-
Leo Dan, Te he prometido- Jimmy Fontana, Il mondo-
Gilbert Becaud, Et Maintenant- Massimo Rainieri Rosas
Rojas- Alberto Cortés, En un rincón del alma- Los 5
latinos, Only you ( versionada) La casa del sol naciente,
Isla Wight, Anduriña, Charly, … y tantas y tantas de las que
cada cual tiene un grato recuerdo.
Cuando llegaba el
invierno, la cosa cambiaba. A peor, claro. El baile se trasladaba a
una habitación vacía, de unos quince metros cuadrados más o menos,
que había sido habilitada al lado del bar. Tenía como decoración
unas cuantas carátulas de las fundas de los discos clavadas con
chinchetas y distribuidas por las cuatro paredes. Las sillas que en
verano se utilizaban en la placeta rodeaban la habitación haciéndola
aún más reducida. Una percha de cuatro ganchos, una mesa y un
tocadiscos. Y ahí todos y todas dentro, bailando a achuchones,
culazos y pisotones involuntarios, siempre disculpables y en buena
armonía. Suelto o agarrado es lo mismo, pues el propio hedor humano,
la mezcla de los distintos olores de la colonia, los que fumaban y el
gracioso que apagaba la luz, exasperaban “al más pintao” que
acababa por salirse de aquel infierno y disfrutar tranquilamente en
la barra viendo en la tele a “Curro Jiménez”. Y es que allí se
estaba mejor. Las chicas incluso lo preferían, sentadas en una mesa,
degustando un catavinos de Málaga Virgen, con alguna ración que
preparaba Salvador. Pues se podía seguir una conversación, cruzarse
miradas, descubrir en el otro un amigo con quien compartir, romper en
una amistad que comienza por acompañarse hasta la puerta de la casa.
Resguardarse de la lluvia con el mismo paraguas, testigo del primer
beso. Luego declararse como Dios manda, hacer evidencia de un
noviazgo serio y, como era fácil encontrar trabajo y además no era
cuestión de dilatar mucho las relaciones, llegados los 25 años de
él y una edad adecuada de 23 años en ella, pues… a echarse las
bendiciones y no demorarse mucho en que lleguen al hogar los nuevos
retoños.
CON CANAS EN LAS
SIENES
Impalpable
patrimonio que constituye la banda sonora de nuestras vidas, hoy
empañado por la nostalgia y el paso del tiempo, pero que hábilmente
desempolvadas, aparecen nítidas. Patrimonio sentimental que viaja a
través de generaciones que supieron vivir y divertirse en sus
tiempos juveniles. Sin sobresaltos y sin traumas, a pesar de ser
tiempos difíciles en los que no se podía tener todo. Pero ahí
estaba el Coto, supliéndolo todo. Perfume de un sueño… de un
sueño maravilloso.
AUTOR: Salvador Ruiz Caballero
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