En el tajo de la siega, hora tras hora y manada tras manada, flaquean las fuerzas y la garganta reseca pide un alivio. Se impone un breve descanso a eso de las doce del mediodía. A la voz del manijero la cuadrilla relaja las hoces y busca una sombra. Sentados comparten tabaco de sus petacas y se disponen a simultanear un gazpacho, denominado “gazpacho de segaores”. Inmediato en sus ingredientes, fácil en su elaboración, agradecido y reparador.
Se solía llevar en los serones de la burriquilla, entre los archenes y ramales de agavillar, una fuente de loza de Fajalauza, cuidadosamente envuelta. Se arrellanaba ésta buscando su acomodo entre tierra mullida. Es una fuente de unos tres litros de cabida. Y en ella se vertía el agua fresca desde una media cuartilla. Suficiente para los cuatro presentes. Agua fresquísima que se llenó en la fuente de la Plaza o en cualquier pilar al salir de casa camino a la faena.
Entre jumarás y conversaciones uno de los segadores saca de un bolsillo de su chaleco un carterilla de sal que añade a la fuente y remueve hasta su total disolución. Era corriente para estos casos disponer de dos cuernos de toro, totalmente ahuecados y cubiertos herméticamente por sendas tapaderas. En ellas se practica un agujero para un corcho.
La una se unía a la otra por una cadenilla yendo siempre en collera. Servían para contener aceite y vinagre respectivamente y, como eran ingredientes de este gazpacho, ha de verterse un chorreón generoso de cada cual.
Preparar dos pepinos pelados y picarlos finamente. Proceder de igual modo con dos cebollas medianas. Y todo incorporado, sólo queda ir pellizcando sopas de pan que flotarán y nadarán con soltura y tomando agua hasta conseguir reblandecerse.
Cada cual sacará su cuchara que trae envuelta en una servilleta y será partícipe de este refrigerio tan frugal como austero.
Pero este gazpacho de segaores no se circunscribe al campo. En la casa, cuando arrecian las calores y en cualquier circunstancia de almuerzo o cena, se sirve como introducción y refresco ante platos más contundentes, calmando la sed y atemperando los estómagos. A veces acompaña a las migas.
SOPA DE AJOBLANCO
Este tesoro antiguo y recurrente de la gastronomía veraniega combina ingredientes simples y sabores vinculados al aceite, el vinagre y la sal en maridaje en este caso con la almendra y las habas secas.
Fácil remedo en manos de nuestras madres, sabedoras de que el inicio del verano y el tiempo de las calores requería refrescar gargantas y calmar estómagos con esta sopa suave y a la vez nutritiva.
Incluye en su base habas secas, esas que ya están en la era, secas pero aún zorollas, a las que se les desprende su pellejo dejando ver sus blancos cotiledones. También se pueden usar pepitas de almendras, sin su pellejo, limpias y esclarecidas. En ambos casos poner a remojar una noche y después pasar al mortero con el ajo, el aceite y el vinagre con dos golpes de sal y un poco de agua hasta obtener una pasta fina y homogénea.
Este paso se puede obviar por medio de las cuchillas del molinillo y más cómodamente adquiriendo harina de habas o de almendras a elección de cada cual.
INGREDIENTES PARA OCHO PERSONAS
Que no de pereza preparar esta sopa en cantidad, pues las idas y venidas hasta la olla en la que lo preparemos serán corrientes entre los que repitan sacarse su tazón en situaciones de refresco.
300 gramos de almendras peladas, o en su caso de habas, se puede utilizar igual cantidad en caso de harinas.
4 dientes de ajo pelados. 300 gramos de pan.
200 ml de aceite y 30 ml de vinagre y sal al punto. Litro y medio de agua fresca.
Una vez obtenida la pasta pasar por el pasapurés incorporando el agua fresca, más vinagre y la sal, rectificando al gusto y en la consistencia deseada.
Hay quien lo acompaña con uvas o picatostes, pero lo suyo es pellizcar sopones de pan, aguardar para que se empapen y se hinchen y cuchará tras cuchará disfrutar en un plato, un tazón o una fuente compartida.

Se llama así al trayecto que media entre Víznar y la Fuente Grande. Un camino que es a la vez un paseo natural bien aprovechado por vecinos y visitantes por su idoneidad para todas las edades y usos diversos, sea andando, corriendo, en bici, en coche… Solos o acompañados, es de buen disfrute tanto en invierno como en verano y a todas las horas del día. Es por la tarde momento más propicio. Ya desde Junio, con tiempo más estable y más horas de sol este paseo es un continuo ir y venir, que en el encuentro propicia parada y conversación.
Mucho saben estas curvas de besos y achuchones, de cortejos y persecución inocente de mozuelos tras las mozuelas. Y también de trágicas escenas, en su último paseíllo de quienes encontraron su injusta muerte en el Barranco de Víznar.
Inicia el agua de Aynadamar su dilatada singladura, hasta su definitivo destino del Albaycín y la Alcazaba. Avanza majestuosamente por la ladera oriental del piedemonte de la Sierra Arana. Su canalización, discurre paralela a la cota de su nacimiento, con ligera pendiente, cortejada por la senda que recibe el nombre de “Camino de la Fuente”.
En este primer tramo que se comprende entre el manantial y Víznar la obra hidráulica ha de salvar la continua y sinuosa orografía de las barranqueras en natural drenaje. Esto significa recurrir a construcciones de pequeña hidráulica, sean alcantarillas, puentes o acueductos.

Plaza en el Parque Federico García Lorca

En un primer recodo, al margen de la Acequia encontramos el Parque de Federico García Lorca. De traza elegante y severa homenajea la figura de este poeta universal. En una de sus laderas, el espacio mudo de un monolito junto al olivo, evoca el lugar donde se dice que cayó abatido por las balas en la madrugada del 19 de agosto de 1936.
Serán muchos los obstáculos a salvar a lo largo del recorrido. El vaciadero natural de los barrancos menores procedente de la falda superior es derivado mediante alcantarillas por encima de la acequia evitando vertidos de aguas torrenciales en el cauce o ciegues por arrastre de arenas.
La primera de ellas, El Puente del Caracolar, se fundamenta en soleras de mampostería con bóveda de ladrillo. De idéntica factura es el Puente de Corvera cuya utilidad manifiesta la doble función de ser alcantarilla y pasarela de tránsito al inmediato cortijo. Siguiendo el curso, en el límite jurisdiccional entre Alfacar y Víznar, se encuentra el Puente de los Arrieros. Sus dimensiones y el topónimo que predica su nombre hacen especular que bien pudo ser enclave de aquella entrelazada red de trajinantes que ponían en comunicación unos pueblos con otros por caminos de herraduras que, a su vez, conectaban con rutas más amplias del Reino de Granada.
El Puente de los Pozos, situado en el desagüe del Collado Chico, hace salvar sobre su curvatura las torrenciales aguas que bajan por el barranco. Singular en su resolución mediante dos losas en V invertida y aparejo de piedra. En sus inmediaciones abunda la vegetación propia del “ecosistema acequia” tanto en el lecho como en los ribazos de la caja. Junto a él, a nuestra izquierda, en el laderón que desciende hasta el barranco, arranca una senda que conduce a las fosas comunes de Los Pozos. En ellas reposan centenares de víctimas de la Guerra Civil española.

Ahora la dificultad a salvar es mayor. Por una parte se hace preciso atravesar el Barranco de Juan Martín mediante un acueducto y a continuación horadar mediante una mina la escarpa del pronunciado desplome frontal. El Puente de Alhatara, se sustenta sobre basamento de caliza en el que se apoya caja en piedra de cantería y ladrillo.
A su entrada en la margen izquierda un saltador de compuerta sirve de aliviadero con vacie al lecho del barranco. Con tal prevención es posible el derribo de la acequia en caso de tormentas, avenidas o eventualidades mayores. Junto a este acueducto existió un Pilar por lo que también se conoció a este paraje por “El Puente del Pilarillo”.
Se debió la construcción del mismo a la iniciativa de D. Juan Manuel de Moscoso y Peralta, Arzobispo dueño del Palacio del Cuzco. Su predilección por este Camino de la Fuente le llevó a plantar su borde con frondosa arboleda y perpetuar su memoria en la placa del mencionado pilar hoy desaparecido. La mina que sigue al acueducto, aunque de corto trayecto, fue costosa empresa.
En la galería, labrada en el terreno natural, se opta por tallar la caja y recubrirla con hormigón de cal. Las paredes se refuerzan con piedra y el techo se afianza con losas de gran tamaño. A la salida de la mina se establece el primer aprovechamiento de “Las Aguas del Cuarto” en el caño de “Las Paratas de Tío Fraile” con un diámetro de 14 cm. y que corre según turno y hora “desde el primer día de abril al postrero de octubre desde, el mediodía a la ocultación del sol”
Tanto el aprovechamiento del agua como su conducción en este primer tramo, son herencia de etapas romanas. La agricultura árabe, consciente de la importancia del agua como fuente de ingresos y rentabilidad en los cultivos, amplía y consolida las obras hidráulicas de esta acequia y establece las normas jurídicas que muchos siglos después se siguen observando. De ellas se desprende el marco normativo de posteriores reglamentaciones en el uso y reparto del agua.
Esta observación, al hilo de estar situados en el primer beneficio en el derrame de la acequia, nos hará reflexionar en lo que sintéticamente supone su reparto hasta ceder su extrema donación más allá de los límites de la Ciudadela y su Alcazaba. Tras la Conquista, los Reyes Católicos aceptan sin necesidad de cambio este legado secular “porque convenía al bien de la Ciudad que las acequias de las aguas que a ellas, e a sus términos vienen, estén bien sostenidas e bien administradas e limpias, e que de ellas no se haga edificio ni novedad alguna”.
El Puente de las Huertas, el Puente de la Casita de Papel y el Pasaje de la Colonia son vivos ejemplos del complicado discurrir del agua, siempre vigilante de no ser mancillada. Hacemos un alto en este primer molino, el Molino de las Pasaderas o La Colonia, que trocó su habitual uso como molino harinero y Colonia para niños en cárcel para aquellos que desde ella fueron conducidos al Barranco de Víznar donde eran ejecutados.
MIRANDO AL CIELO
El farmacéutico-cabañuelista granadino Antonio Baquero predice:
JUNIO
«Por San Antonio nublado y por San Juan despejado»
Comienza el mes despejado. Al final de la primera semana llegan vientos del Sur/Suroeste y alrededor del día 10 tendremos nubosidad variable que podría dejar alguna precipitación de granizo sobre Sierra Nevada y la capital granadina. Esta inestabilidad llegará hasta el día 24 ó 25 que se despejará el cielo.
Fases Lunares mes de JUNIO
Luna nueva 7 de junio
Luna creciente 14 de junio
Luna llena 21 de junio
Luna menguante 28 de junio
- Horas de luz 1 de junio sale a las 6.55, se pone a las 21.29
- Horas de luz 30 de junio sale a las 6.57, se pone a las 21.38
Día 5 de Junio Día Internacional del Medioambiente
Día 8 de Junio Día Internacional de los Océanos
Día 14 de Junio Día Internacional del Donante de Sangre
Día 17 de Junio Día Internacional Contra la Desertización
Día 28 de Junio Día Internacional del Orgullo LGBT
REFRANERO DE JUNIO
En junio, beber y sudar y la sombra buscar.
Agua de junio temprana, grandes males subsana.
Junio a principios lluvioso, anuncia un verano caluroso.
Por San Antonio el granizo amenaza su patrimonio.
En junio el veintiuno es largo como ninguno.
El heno corto o largo en junio ha de ser segado.
Cuando junio llega afila la hoz y limpia la era.
En junio la hoz en el puño.
Ara por San Juan si quieres tener pan.
A final de junio deja de cantar el cuco.
Si junio viene solano, seca el fruto de las manos.
Hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo.
Y si junio es ruin, hasta su fin.
Reza por San Antonio para que te dé un buen novio.
Agua de San juan quita aceite, vino y pan.
Pasada la noche de San Juan, los ajos has de sacar.
AUTOR: Salvador Ruiz Caballero
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